Se observó desnuda ante el espejo un instante, y entre la obnubilación ante su propia figura y un mal fingido orgullo se palpó las costillas. Le encantaba. Cada hueso que se insinuaba era como premio para su desaborida autoestima. Se vistió a prisa. Eran las 9:30 de la mañana y tenía que ir a la facultad, pero no tenías ganas. Hacía demasiado tiempo que apatía reinaba en su vida, así que cambió de idea y se dejo caer de nuevo sobre la cama. Cerró los ojos y se sintió desfallecer, la debilidad física le provocaba una sensación pseudomística, de mártir, de espectro entre dos dimensiones. Lidia se alejaba, o al menos lo intentaba. Pero siempre era fallido porque siempre estaba él, Gerardo, para recordarle quien era ella.
Fue hace tres años cuando se cruzó en su camino. Ella era una adolescente brillante que estudiaba en Londres ese año gracias a una beca escolar, él un sinvergüenza descarado con dieciocho años muy bien aprendidos. Se conocieron por casualidad en el metro, él estaba perdido e intentaba hacerse entender ante los guardias de seguridad en algún tipo de balbuceo anglosajón; ella reconoció en su voz el acento “typical spanish”. Fueron a tomar algo y ella supo que se había convertido en un corderito en la boca del lobo, sin posibilidad y sin ganas de huída. Durante la estancia de él Inglaterra, en la que estuvo trabajando de camarero con el pretexto de aprender inglés, le llenó ojos y oídos de promesas; hasta que una noche entre “te quieros “y carantoñas le hizo el amor. Al día siguiente, se marchó sin despedirse y no supo de él en mucho tiempo. Con el duelo en los ojos y el sabor de un primer amor herido, Lidia acabó el curso y dejó Londres.
Era el 22 de Junio y había quedado con sus amigas para celebrar su regreso .Entonces volvió a verlo pero de la mano de Petra. Por un momento, quiso estar loca y que en realidad fuera otro hombre el que se agarraba de su brazo, pero esa sonrisa pícara era inconfundible. Después de tantos meses, ahí estaba él sin ni siquiera mirarla y de la mano de su mejor amiga.
-Mira Lidia, es mi novio Gerardo- dijo Petra-Mira que de novedades te tenemos preparadas-añadió risueña
Casi no podía ni respirar. Él se acercó a darle dos besos como si nada y fue entonces cuando Lidia le susurró:
-¿Por qué, Gerardo, por qué?
Sin ni siquiera cambiar la expresión, al rozar su mejilla para cumplir con el segundo beso de rigor, contestó
- Si solo eres una puta más.
Le tocó el culo con disimulo y sonrió
Le dolió tanto que pensó partirse. Sintió como el odio le abrasaba desde la garganta hasta el alma. Poniendo malas excusas salió corriendo de allí, se sentía inmunda, estúpida y tremendamente sucia. Nunca dijo nada, nunca conto su historia pero, algo en Lidia cambió para siempre.
Fue hace 3 días, Lidia ya no era ni el cadáver de lo que fue. Vestía camisetas anchas, el pelo casi rapado, pesaba cuarenta y cinco kilos y sentía asco, asco por casi todos, pero sobre todo por él; y eran esos sentimientos los que desfiguraban su expresión. Estaban en el Bad-way y volvía de la barra de pedirse un cubata y lo vio otra vez, pero esta vez del brazo de una fulana rubia. Hizo como si no los viera pero eso era algo que Gerardo no podía consentir y dijo en alto:
-Ostia un cuervo- dijo mientras la señalaba.
Y él se rió y ella no pudo soportarlo. Así que presa del impulso, se acercó sigilosamente al resalte de la columna donde dejaba su chupa de cuero . Miró de reojo, nadie la miraba. Se sacó uno de los imperdibles que llevaba como pendientes y metió la mano en el bolsillo; uno a uno pincho cada uno de los preservativos que llevaba. Cuando acabó de perpetrar su crimen, sintió como el Karma se restablecía.
Son las 13.30 del mediodía y Lidia acaba de enterarse de que Thais espera un hijo de Gerardo. No sabe muy como sentirse. Puede que la rubia le diera calabazas. Puede que Thais mienta. Puede que el Karma no exista.
L, alter ego de Lidia.
Modo Gavela
Hace 12 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario